Compatibilidad Signos Zodiacales entre Leo Hombre y Aries
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Conforman una relación inestable pero sin dejar de resultar interesante y lograr el desarrollo personal de cada uno de sus miembros. Ambos deben tener cuidado para no ofender la vanidad del otro, ya que cualquier hecho sin importancia puede causar verdaderos conflictos por el poder. Los dos signos son fuertes y tienen personalidades similares, por eso forman una relación sólida. También poseen una gran atracción física que refuerza los lazos de esta relación. Logran superponerse a cualquier hecho por duro o triste que sea, ya que ambos son guerreros por naturaleza. Los impulsos de Aries son aplacados por el atento, precavido y paciente Leo. El más profundo objetivo de esta relación es lograr la constante armonía y encausar sus fuerzas para lograr sus metas y deleitarse de las maravillosas cosas que la vida les regala.
Los dos elementos de fuego, Aries y Leo, son muy compatibles a la hora de entablar relaciones afectuosas, laborales, sexuales o de amistad, ya que están ambos en la misma sintonía, vibran en la misma onda y se compaginan muy bien. En la unión de estos elementos el signo de Leo tenderá siempre a la dominación o a intentar llevar las riendas de la situación. Esto no quiere decir que sea negativo, ya que por naturaleza el signo de Leo tiene dotes de mando y cierto poder sobre los demás, sino que además tiene predisposición a ello. El signo de Aries masculino tiende también al control y al mando y pueden surgir ciertas chispas entre ambos cuando ninguno de ellos acepta las proposiciones de su pareja. Un cierto cambio de roles de vez en cuando, daría muy buenos resultados. El amor entre los seres humanos no es imperativo sexual, ni dogma social o religioso que impida la libre unión entre dos personas, sean estas de distinto color de piel, del sexo que fuere, o de cualquier religión. Pero sí debemos entender que para que surja el amor, es imprescindible el lazo de la amistad, de la amistad sincera que no busca aranceles, ni comisiones de confianza, ni camas huecas de afectos, ni de las dudas de los celos infecciosos.